Me dices: mira, mira ahí está mi León,
y veo un montón de nubes.
Hummm, ¿León? ¡no veo al León!
Entonces, te acercas y me dices
más cerca de mí,
¡mira, ahí, si volteas la imagen ahí está el León!
Pero para ese momento, yo ya estaba
en Africa, Groenlandia o Timbuctú,
cazando, no leones, sino esas escurridizas
flores que dieron su esencia para crear tu perfume.
Por instantes regreso a buscar al dichoso León,
pero no, nada, mi mente está embotada,
establecida en otro nivel entre el Cielo y la Tierra,
y tú todavía buscando un León,
he de convertirme en un León eso sí,
no por el olor, no, sino porque así de esa
manera me tomarás una foto
y podrás llevarme siempre contigo.
Sigo buscando al León,
recordándote a mi lado y
extrañando tu perfume.
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