Existen dos momentos en mi vida diaria que tienen que ver con tus labios,
la primera se encuentra en el momento mismo de recordarlos,
de imaginarlos, de soñarlos,
pensar que puedo en un momento determinado,
llegar a ellos y con mis labios darte un beso,
solo lo imagino, lo recuerdo, lo sueño.
Y aunque parezca imposible, en ese lapso puedo y he llegado
a sentir su sabor, su suavidad.
El otro instante, sucede cuando puedo ver tus labios,
sentirlos con mis manos, con mi mejilla, con mis labios,
ahí la situación cambia,
ya que ahora, por ejemplo, puedo ver el tono rosa de tus labios,
lo delgados que son,
puedo sentirlos en mi piel y observar como mis sentidos
reaccionan ante su presencia,
ya no es un sueño ni un pensarlos,
es una realidad,
y de esa realidad, de esa presencia,
de esa verdad, me cuesta separarme,
decir: ¡ya!, ¡por hoy fue suficiente!
No puedo decirlo, al contrario,
siento que el tiempo pasa exageradamente rápido
cuando estoy cerca de tus labios.
Ahora solo los recuerdo, mañana...
¿mañana?
¡Mañana!
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