viernes, 13 de noviembre de 2009

Estrellas.

Cuando salí a ver las estrellas
en realidad quería verte a tí
creí que en algún momento aparecerías
con tu sonrisa siempre puesta.

Sin embargo, me encontré con una gran cantidad de nubes
y frío.
Ese frío que no lograba congelar mis ánimos y esperanzas
de verte llegar.
No estabas cerca pero te tenía a mi lado.

Ahora sé qué es lo que pasó,
ahora tengo más certezas de lo que está pasando,
no tengo ni la más remota oportunidad
de adivinar por donde me lleva todo esto.

No voy solo eso sí, vas conmigo,
guiando paso a paso,
temor a temor,
duda a duda,
el camino que pronto hemos de recorrer
juntos,
separados,
a veces coincidiendo.

A las estrellas las ví después ya sin nubes
pero ahora sí con mucho más frío.
¿De qué me sirvió ver las estrellas
sin nubes, si el frío era aterrador?
¡Así se siente saberte tan lejos!

Fue un momento de duda,
fue un gran rato de meditación,
de sentirme observado por ojos que no eran los tuyos,
esos ojos extraños, no lograrán entender jamás
que ése loco que estaba tiritando
de frío y con una sonrisa en los labios
solo miraba las estrellas
porque lo había pedido
y ése era el precio que tenía que pagar.

Un precio que al final no resultó ser tan alto
porque el placer de estar donde ninguna nube
interrumpiera el espectáculo fue mucho mayor.

Tengo mucho que pagar aún,
mucho que agradecer,
pero también me quedo con cosas/sentimientos/recuerdos, mucho más
valiosos, que lo que se me pueda cobrar por todo ello.

Y aunque al final me quedara sin nada con que pagar,
seguiría siendo rico de recuerdos y sentimientos.

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